Queridos hermanos sacerdotes,
aunque hayamos estado confinados este tiempo de Cuaresma, que ya termina, la hemos vivido igualmente como sacerdotes, en la celebración litúrgica y en la oración por nuestro pueblo, en algunas tareas pastorales imprescindibles –con los difuntos–, en la cercanía de amigos y pastores a nuestra gente.
La preocupación vivida estos días ha hecho surgir una iniciativa en varios de vosotros, que me plantearon la conveniencia de hacer una “colecta”, un gesto de caridad para colaborar con las muchas necesidades nacidas en este tiempo de crisis sanitaria y social, en la medida de nuestras posibilidades
Me pareció una idea excelente, que manifiesta la preocupación real por los fieles de nuestras parroquias, que no ha cesado, sino crecido en nosotros ante las urgencias de esta crisis.
De ahí la propuesta que ahora os hago: lanzar con nuestros donativos una iniciativa, SEMPRE XUNTOS, para venir en auxilio de las personas más solas y enfermas, que necesitan cuidados y muchas veces no tienen a quien acudir, en primer lugar en nuestras propias parroquias. La hemos organizado con la ayuda de nuestra Caritas diocesana, que aporta medios e instrumentos para hacer realidad la idea.
Pero se trata ante todo de expresar la caridad, en este caso de los párrocos y sacerdotes de nuestra Diócesis. Como obispo, reconozco que esta iniciativa nacida de algunos me produce gran alegría.
Pido, pues, a cada uno, que considere participar personalmente en esta “colecta” con un donativo propio, para lanzar la iniciativa al público. Luego, una vez podamos presentarla como una propuesta ya real y existente, podemos ofrecer participar en ella a quienes deseemos, por supuesto a nuestros propios fieles y amigos.
Al ser un gesto cuya belleza radica precisamente en su libertad –Dios ama al que da con alegría, nos recuerda Pablo– no hay ni cuotas ni cifras de referencia.
Y, si cabe pensar que el cuidado de las parroquias provoque menos gasto en este tiempo de confinamiento, también es verdad que la situación de cada uno es diferente. Por eso, sobre todo y ante todo, que cada uno obre según le dicte el corazón.
No es necesario insistir entre nosotros en que la caridad es el tesoro más grande, guardado en el cielo, donde estará también a salvo nuestra vida y nuestro corazón; ni en la importancia de su testimonio, especialmente en este tiempo de crisis, donde a todos urge radicalmente la esperanza y la fe.
Que la caridad inmensa de nuestro Dios, que celebramos en esta Semana Santa, sea nuestra alegría profunda, la fuente de vida escondida en nuestras almas, que se renueva cada vez que celebramos la Eucaristía. Que Él sea nuestro maestro, nuestro bien y nuestra paz en todo tiempo.
Un abrazo fraterno,
