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Los obispos españoles peregrinan a la colegiata de San Isidro en el Año Santo del patrono de Madrid


Los obispos españoles han salido esta mañana de la sede de la CEE, donde celebran del 17 al 21 de abril la 121ª Asamblea Plenaria, en peregrinación a la colegiata de San Isidro. Allí han participado, a las 12.00 horas, en la Misa del peregrino con motivo del Año Santo en honor al patrono de Madrid, en el 400 aniversario de su canonización.

Homilía del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro

El arzobispo de Madrid y vicepresidente de la CEE, el cardenal Carlos Osoroha dado las gracias a los obispos por «unirse a la Iglesia particular que camina en Madrid en este Año Santo de san IsidroGracias de corazón en nombre de todos los madrileños y gracias por dar un reconocimiento y entrada en vuestra vida a este santo de la puerta de al lado como es San Isidro, un vecino de un Madrid muy diferente al que tenemos hoy, pero al que este santo le dio identidad cristiana, mostrando en y con su vida lo que es una familia cristiana, la dignidad de un trabajador y la vida de caridad de la que fueron testigos los vecinos de su tiempo». 

En su homilía, el cardenal Osoro ha querido «acercar a vuestro corazón» tres realidades de la vida de San Isidro: su fe, su esperanza y su caridad. También ha resaltado que «fue el amor al otro lo que hizo de san Isidro un santo del pueblo, el amor por el cual a uno le es grata la otra persona, el amor mueve a buscar lo mejor para la vida del otro, no excluye a nadie, construye una fraternidad y nos abre a todos». 

Por eso, ha pedido al Señor, «por intercesión de san Isidro Labrador, que encontremos en Jesucristo, donde la presencia real se realiza en el misterio de la Eucaristía, ese amor que necesitamos para tener vida, vivir nosotros y dar vida a los demás«.

Texto íntegro

Queridos hermanos cardenales, arzobispos y obispos, hermanos sacerdotes, miembros de la vida consagrada, y queridos laicos: Hermanos y hermanas

            Quiero iniciar mis palabras dando gracias a Dios por todas las gracias que en este Año Santo de san Isidro estamos recibiendo. Gracias a todos los miembros de la Conferencia Episcopal Española que han tenido la deferencia de acercarse a esta Basílica y unirse a la Iglesia particular que camina en Madrid en este Año Santo de san Isidro. Gracias de corazón en nombre de todos los madrileños y gracias por dar un reconocimiento y entrada en vuestra vida a este santo de la puerta de al lado como es San Isidro, un vecino de un Madrid muy diferente al que tenemos hoy, pero al que este santo le dio identidad cristiana, mostrando en y con su vida lo que es una familia cristiana, la dignidad de un trabajador y la vida de caridad de la que fueron testigos los vecinos de su tiempo. En este Año Santo están siendo miles de personas procedentes de toda España, de América Latina, de Filipinas y de otras partes del mundo, los que van pasando por esta Basílica para rezar y pedir favores a san Isidro Labrador. Gracias, queridos hermanos obispos, en nombre de todos los madrileños que saben hacer de esta ciudad, en la que tiene su sede la Conferencia Episcopal Española, lugar de encuentro y de fraternidad construida día a día, en la que nadie se siente extraño. También para todos los que seguís esta celebración por TV, nuestro abrazo de padres y pastores:  que la paz de Cristo esté siempre con vosotros.

            Queridos hermanos: ¡qué bien vivía y mostraba con su vida san Isidro Labrador esas palabras que acabamos de escuchar!: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn 3, 16-21). Lo creía san Isidro y lo manifestó con su vida. Sintamos con gozo la misión más apasionante, como es decir a todos los hombres lo que acabamos de escuchar en el Evangelio que hemos proclamado: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna».

En este día en que nos acercamos a esta Basílica de San Isidro Labrador los obispos de la Conferencia Episcopal Española, quiero acercar a vuestro corazón tres realidades de su vida: su fe, su esperanza y su caridad.

1.Vive acogiendo el don de la fe y el ser testigo de la Resurrección como san Isidro Labrador (Hch 4, 32-35)Mira y contempla las consecuencias que tiene para uno mismo y para la humanidad poner el «yo» en lugar de «Dios». Fíjate en la vida de san Isidro y observa como dio forma a su vida la fe: ¡cuántos encuentros con Jesucristo! ¡Cuántos momentos con María la Madre de Jesús! Llevó la novedad de Dios con obras a todos los que encontró por su camino. Porque la fe es abrazar, también, a los que no formulan la vida desde la fe. Esos también son de los nuestros: nunca podemos lavarnos las manos.            

2.Vive en esperanza como san Isidro, que para ello vivió en diálogo permanente con Dios (Sant. 5, 7-8. 11. 16-17)El diálogo con el Señor, la oración, nos da salidas siempre a nuestra existencia ante todas las situaciones que podamos vivir. El diálogo con el Señor, nos ofrece y da capacidades para mostrar que la desesperación, apocamiento, el encerrarse en uno mismo, el no tener horizontes, nos encierra e incapacita, mientras que el diálogo con el Señor nos abre a la esperanza. Me he emocionado muchas veces cuando vengo a esta Basílica de San Isidro y me arrodillo ante el cuerpo de san Isidro y santa María de la Cabeza, su esposa, y pienso ante ellos: vosotros nunca dijisteis «no puedo más». Sin embargo, esta frase se pronuncia muchas veces en nuestra sociedad. El desesperado cuestiona también a Dios. Y una sociedad desesperada pone sus esperanzas en pequeñas cosas sin importancia. ¿Dónde estuvo la esperanza en san Isidro Labrador? Tiene un nombre y un rostro: en Jesucristo, Él fue su esperanza, un Dios que se hizo carne, que se ha hecho uno de nosotros y nos acompaña, nos llama y nos ama, nos ha dado la vida, nos hace mirar al prójimo y provoca el hacer el bien, eliminando desesperanzas, envidias y celos.

3.Vive con las medidas del amor de Dios, como San isidro regala su mismo amor (Jn 15, 1-7): Él escuchó y amó con fuerza estas palabras que escuchaba en la predicación: «Yo soy la verdadera vid… permaneced en mí y yo en vosotros… pediréis lo que deseéis y se realizará» (Jn 15, 1-7). Vive regalando el amor mismo de Dios, desde esa comunión plena con Jesucristo. ¡Dios es amor! ¡Qué bien nos lo recordaba el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est! No hay otro camino para el encuentro con Dios: amar y dejarse amar.

¿Por qué el pueblo de Madrid captó y se entusiasmó con san Isidro? ¿Por qué ha marcado la vida, la historia, las tradiciones de Madrid este santo? Quisiera decíroslo en pocas palabras: cuando la altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, las personas entendemos que ese es el criterio decisivo para valorar positiva o negativamente la vida. Fue el amor al otro lo que hizo de san Isidro un santo del pueblo, el amor por el cual a uno le es grata la otra persona, el amor mueve a buscar lo mejor para la vida del otro, no excluye a nadie, construye una fraternidad y nos abre a todos.

Hoy, reunidos aquí todos los obispos de la Conferencia Episcopal de España para celebrar la Eucaristía en esta Basílica de San Isidro, pedimos al Señor, por intercesión de san Isidro Labrador, que encontremos en Jesucristo, donde la presencia real se realiza en el misterio de la Eucaristía, ese amor que necesitamos para tener vida, vivir nosotros y dar vida a los demás.

No olvidemos que la historia de Madrid y sus habitantes fue fraguada por la fe, siempre hubo un espacio para Dios, que no es una idea; es una persona que nos da fuerza y capacidades para ampliar el círculo y convertirnos en una sociedad abierta que integra a todos, donde se da la amistad social. San Isidro oyó estas mismas palabras que nosotros hoy hemos escuchado y que se hacen verdad en la Eucaristía, donde el Señor se manifiesta realmente en su Cuerpo y en su Sangre y nos dice: «Permaneced en mí… pues ese da fruto abundante …sin mí no podéis hacer nada». Al Señor lo recibimos y nos acercamos en el Misterio de la Eucaristía.  San Isidro Labrador intercede por nosotros.  Amén.    

Palabras del presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella

El presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, ha destacado que san Isidro Labrador, junto a su esposa, santa María de la Cabeza «son hoy ejemplo de santidad en una vida sencilla transformada por la alegría de la Pascua«. Además, «en una sociedad tan necesitada de modelos de vida familiar» también se nos ofrecen «como ejemplo concreto de familia que vive en el amor mutuo y en el amor a sus vecinos y a los más necesitados». Además, como patrono de los agricultores «se nos entrega como modelo de trabajo esforzadoresponsable y confiado en la providencia del Padre».

El cardenal Omella ha pedido a san Isidro que «nos ayudes ante las tribulaciones de este mundo«, por «el preciado don del agua para los campos»; y «por la paz en el mundo y en los corazones de todos los hombres». 

Texto íntegro

En este Año Jubilar de san Isidro Labrador, por el 400 aniversario de su canonización, los obispos de España, reunidos con motivo de la 121 Asamblea de la Conferencia Episcopal Española, hemos peregrinado a esta Real Colegiata en la que se encuentra custodiada la reliquia de su cuerpo incorrupto. Celebrar la Eucaristía y venerar el cuerpo incorrupto de san Isidro en este tiempo de Pascua nos hace testigos del poder de la Resurrección de Jesucristo y de la alegría que nace de la Pascua y que tantos peregrinos han experimentado a lo largo de este año.

La mayor esperanza que podemos ofrecer al hombre de hoy, en medio de tantas tribulaciones, es la esperanza de la vida eterna. Esta no es una huida del mundo que vivimos, sino precisamente la fuerza capaz de transformar el tiempo presente a través de la Misericordia que nos trae el Resucitado.

San Isidro Labrador, junto a su esposa, santa María de la Cabeza (cuyos restos descansan también aquí junto a los de su esposo) son hoy ejemplo de santidad en una vida sencilla transformada por la alegría de la Pascua.

Lo hacemos en este tiempo en que reconocemos que «el reto más importante que tenemos ahora es despertar en las multitudes de laicos la vocación que han recibido de Jesucristo para que (…) sean la levadura que transforme la sociedad para hacerla más humana, digna y fraterna». En una sociedad tan necesitada de modelos de vida familiar, san Isidro, junto con su esposa e hijo, se nos ofrecen como ejemplo concreto de familia que vive en el amor mutuo y en el amor a sus vecinos y a los más necesitados. Además, en este tiempo necesitado de estímulo y ejemplo para los trabajadores, el santo labrador, patrono de los agricultores, se nos entrega como modelo de trabajo esforzado, responsable y confiado en la providencia del Padre.

Hoy venimos ante ti, San Isidro, y te pedimos que nos ayudes ante las tribulaciones de este mundo: la polarización y la división, la falta de defensa de la vida en sus estadios más débiles, la pobreza que se hace crónica, una desigualdad que avanza, la precariedad laboral, la imposibilidad de muchos para acceder a una vivienda digna y formar así una familia, el aumento de la brecha salarial entre directivos y trabajadores.

Te pedimos también el preciado don del agua para los campos: tú sabes bien la necesidad y la importancia que tiene para tanta gente en este momento.

Como el agua también necesitamos la paz: te pedimos por la paz en el mundo y en los corazones de todos los hombres. Que la alegría del Resucitado pueda llenar de esperanza todos los hogares.

Queremos que nuestra querida Iglesia que peregrina en España sea signo de comunión y de esperanza siguiendo las huellas de Cristo, nuestro Salvador. Que avance por la vía de la sinodalidad, compartiendo lo que somos y tenemos en la escucha atenta de lo que nos sugiera el Espíritu Santo, motor y fuerza de la Evangelización, tal y como nos recuerda el Papa Francisco. Queremos vivir este tiempo apasionante para el anuncio de la Buena Nueva de Cristo, “cum Petro et sub Petro”. Gracias, san Isidro, por tu testimonio sencillo y valiente de seguimiento a Cristo, el Hijo de Dios.