La Indulgencia plenaria cotidiana en la Catedral de Lugo

Lo último del obispo


LA PENITENCIARÍA APOSTÓLICA para que los fieles de Lugo sean animados al conocimiento y al amor del Inefable Misterio de Fe y de ahí saquen frutos más abundantes siempre espirituales, condescendiendo con el documento de petición, con la autoridad dada a ella por el Sumo Pontífice, por el Tesoro de los méritos de Cristo, de la Virgen María Madre de Dios y de todos los Santos, concede misericordiosamente en el Señor a los fieles cristianos verdaderamente arrepentidos INDULGENCIA PLENARIA Y REMISIÓN DE TODOS LOS PECADOS, QUE SE PUEDE GANAR CUALQUIER DÍA EN LA CATEDRAL BASÍLICA DE LUGO a condición de que, cumplidas debidamente las condiciones acostumbradas (Confesión sacramental, Comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) visiten piadosamente el Santísimo Sacramento expuesto públicamente con el fin de adorarlo durante un adecuado espacio de tiempo, concluyendo con la Oración Dominical y el Símbolo de la Fe.


El Don de la Indulgencia

“La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya borrados en cuanto a la culpa, que el fiel cristiano, debidamente dispuesto y cumpliendo unas ciertas y determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos.” 
 

Recibir la indulxencia es un gesto plenamente personal, que sólo se hace de corazón y libremente. No puede acogerse de otra manera, porque así es también el don, el tesoro ofrecido: viene del Corazón de Jesús, está hecho de la sustancia de su libertad y de su amor, de su entrega en la Pasión y de la respuesta personal y todopoderosa que le da el Padre, que lo colma de su vida y de su gloria eternas.
 

En la indulgencia plenaria – y en la Eucaristía – participamos de lo más íntimo y personal del Padre y del Hijo. 

Por eso, “para ganar una indulgencia plenaria [se requiere] la exclusión de todo afecto a cualquier pecado, incluso venial … Si falta la plena disposición, … la indulgencia será sólo parcial”

El don de la indulgencia significa, pues, siempre una invitación a dar un paso en el camino, a movernos personalmente, a sentir la responsabilidad por nuestra vida y a buscar al Señor con confianza, en un gesto de petición lleno de fe y de humildad.

Acercarse a la Catedral de Lugo, ante el Santísimo Sacramento, a ganar la indulgencia, no ha de ser un gesto sólo externo, sino también íntimo; es pedir de corazón, abrir el alma a la gracia de Dios, a la vida, a las posibilidades nuevas que pueden surgir al ser liberados del mal, del pecado.
 

 

La Indulgencia y el misterio de la Eucaristía

La Indulgencia plenaria concedida sólo puede ser lucrada si se recibe la comunión en la celebración eucarística. Nos invita, pues a participar en la Santa Misa el mismo día y, por consiguiente, a volver a descubrir que la Eucaristía es verdaderamente fuente y cima de la vida cristiana.
 

Esta vinculación de la indulgencia con la comunión eucarística es mayor, si cabe, en nuestro caso por la condición específica de adorar un tiempo adecuado al Santísimo, lo que constituye para nuestra Diócesis de Lugo como un “signo” elocuente y providencial.

Los fieles cristianos pueden ganar la Indulgencia plenaria “cualquier día en la Catedral Basílica de Lugo a condición de que … visiten piadosamente el Santísimo Sacramento expuesto públicamente con el fin de adorarlo durante un adecuado espacio de tiempo, concluyendo con la Oración Dominical y el Símbolo de la Fe.”

 

Tradición Eucarística en la Catedral de Lugo

El privilegio de la Indulgencia en la Catedral de Lugo, vinculado a la adoración del Santísimo, pone de manifiesto precisamente la realidad de este sacrificio personal del Señor, realizado en la carne, y nos permite acceder a sus frutos de perdón y salvaciónción. 
 

Del mismo modo, también la concesión de este nuevo privilegio lucense de la indulgencia plenaria cotidiana y perpetua es para nosotros –en Lugo y en Galicia, en primer  lugar– una invitación insistente a descubrir de nuevo la misericordia del Padre, a encontrarnos con aquel Amor que verdaderamente tapa multitud de pecados y que en Jesús se nos hace presente de forma concreta, accesible en el tiempo y las circunstancias de nuestra vida.
 

 

La Visita al Santísimo 

La concesión de esta Indulgencia ha sido vinculada con la antiquísima tradición lucense de veneración de la Eucaristía bajo la forma concreta de un “tiempo adecuado” de adoración, en el que se rece un Padre nuestro y un Credo. No podemos dejar de reconocer en ello la tradición de la “visita al Santísimo”, desde siempre propia de nuestras iglesias y muy especialmente de nuestra Catedral.
 

Esto nos invita a todos a cuidar el tesoro que el Señor quiso poner en nuestras manos, como ciudad y como Diócesis del Sacramento. En ello insistía proféticamente también S. Manuel González, el obispo de los Sagrarios abandonados, del Amor presente y no reconocido.

Al crecer así la adoración y la acción de gracias al Señor Jesús por su obra de salvación, y en Él al Padre y al Espíritu, la piedad eucarística producirá frutos cotidianos en la vida de los fieles, de nuestras parroquias y de nuestra sociedad, frutos de amor a Dios y de caridad fraterna.

 

La Gratuidad de la Indulgencia

Esta indulgencia será siempre para nosotros, en primer lugar, una obra de misericordia, en la que resuenan de algún modo las obras corporales y espirituales de la tradición católica: visitar al enfermo, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo –que análogamente se hace con quien busca indulgencia–, o, igualmente, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, soportar con paciencia los defectos del prójimo, rezar a Dios por los vivos y los difuntos, etc. 
 

La indulgencia plenaria es, en sí misma, misericordia; y acercarnos la posibilidad de acceder a ella en la proximidad de nuestras casas, en Lugo y en Galicia, en condiciones adecuadas a nuestras fuerzas, cualquier día y todos los días, es también una misericordia grande.
 

En todo ello, en el don de esta “gran perdonanza” que se nos ofrece, brilla de modo singular y en especial la gratuidad profunda del amor. No sólo porque nada hemos hecho que mereciera esta indulgencia, sino ante todo porque se trata de un compartir –totalmente libre– lo personal, lo más vivo y cercano al corazón, aquello en que Dios mismo descubre la belleza, el bien y la verdad de la vida de los suyos, a lo que quiere reconocer verdadero merecimiento incluso ante Él.
 

La indulgencia es siempre también una puerta abierta a la esperanza: No sólo la de poder liberarnos del mal, gracias al amor creador y redentor del Señor, y con el aliento, la intercesión y la ayuda de los Santos, nuestros hermanos; sino también la de poder retomar de nuevo, con ojos y corazón limpios de pecado, el quehacer de la vida.
 

 

Oración al inicio de la visita al Santísimo
 

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estáis día y noche en este Sacramento, lleno de misericordia y amor, esperando, llamando y acogiendo a todos los que vienen a visitaros; yo creo que estáis presente en el Santísimo Sacramento del Altar; os adoro desde el abismo de mi nada, os agradezco todos las gracias que me habéis concedido, y especialmente la de haberme dado a Vos mismo en este Sacramento, haberme concedido por abogada a vuestra Santísima Madre María, y haberme llamado a visitaros en esta iglesia. 

Saludo hoy a vuestro amantísimo Corazón, y es mi intención saludarlo por tres fines: el primero, para daros gracias por este gran don. El segundo, para compensar las injurias que habéis recibido de todos vuestros enemigos en este Sacramento.  El tercero, para adoraros con esta visita en todos los lugares de la tierra donde, sacramentado, estáis menos venerado y más abandonado. 

Jesús mío, os amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haber causado en el pasado tantos digustos a vuestra bondad infinita. Propongo con vuestra gracia no ofenderos más en el futuro; y ahora, miserable como soy, me consagro enteramente a Vos, os doy y renuncio a toda mi voluntad, a mis afectos, a mis deseos y a todas las cosas mías. En adelante haced de mí y de todas mis cosas cuanto os plazca. Sólo busco y quiero vuestro santo amor, la perseverancia final y el cumplimiento perfecto de vuestra voluntad.

Os recomiendo las almas del Purgatorio, especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima. Os recomiendo también a todos los pobres pecadores. Uno en fin, Salvador mío querido, todos mis afectos a los de vuestro amorosísimo Corazón, y así unidos los ofrezco a vuestro eterno Padre y le ruego en vuestro nombre que por amor vuestro los acepte y escuche. 

(S. Alfonso María de Ligorio)

 

Estación ante Jesús Sacramentado

V. ¡Viva Jesús Sacramentado!
 

R. ¡Viva y de todos sea amado!
 

T.  Padrenuestro, Avemaría y Gloria
 

Las alabanzas y las oraciones, Padrenuestro, Avemaría y Gloria, se repiten tres o cinco veces

V. Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
 

R. Sea por siempre bendito y alabado.
 

 

Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R. Amen.

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