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HOMILÍA EN LA MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS 50 AÑOS DE RADIO POPULAR DE LUGO

Lo último del obispo


[Dn 7,2-14; Lc 21,29-33]

Queridos hermanos, 
En este día de acción de gracias, en que celebramos los grandes dones de Dios y la respuesta generosa de tantos hombres y mujeres que han hecho posible los 50 años de Radio Popular de Lugo, resuena de modo peculiar el Evangelio que acaba de sernos proclamado: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pues, en efecto, a él se le dio poder, honor y reino … Su poder es eterno, no cesará. Su reino no se acabará.
El cielo y la tierra pasarán, y con ellos sus palabras, con las que decimos la trama de sus acontecimientos, el hablar inmenso, en tantas lenguas y de tantos modos, con tan diversas intenciones y multiplicado por cada vez más poderosas tecnologías, que llena nuestros días y que es parte tan constitutiva de nuestra sociedad.
Pero esto no quiere decir que todo lo nuestro pasará, que todo cuanto hay en el mundo está destinado a olvidarse y desaparecer, que nuestra historia no tiene importancia. No podríamos aceptar algo así, ni aunque no supiésemos cómo defender lo contrario, no pudiésemos negar que cada uno y nuestro mundo pasamos sin remedio. No podríamos aceptarlo, aunque nos pareciese de algún modo realista, intentaríamos afirmar nuestra persona, el valor de lo que amamos, a pesar de todo y contra todo argumento. Nuestro corazón, creado por Dios, nos llevaría a ello. 
En realidad, estas palabras del Evangelio no tienen el sentido que les podría dar un cierto cinismo, un relativismo muy presente hoy día, para el que nada tiene valor definitivo, todo es opinable y subjetivo, todo es relativo –es decir, depende y desaparece con sus circunstancias– y que rechaza con fiereza que se pueda conocer o testimoniar la verdad.
Nosotros sabemos que cielo y tierra pasarán, pero la palabra del Señor no pasará. Y esta Palabra es la que nos ha creado, ha modelado nuestra alma y nuestro cuerpo, nos ha dado aliento y esperanza; es la que ha entrado en este mundo y se ha comunicado con nosotros, nos ha mostrado su amor, nos ha renovado la vida, haciendo de nuestro caminar en esta tierra una historia de salvación, destinada así a “no pasar”. Cielo y tierra pasarán, pero en ellos está también lo que no pasará, su palabra, que nos crea y que habita en nosotros, como celebramos especialmente en cada Eucaristía.
Por eso, hoy damos gracias a Dios por toda la obra que realiza con nosotros en este mundo, por los 50 años de Radio Popular de Lugo, que sigue hoy fiel a su identidad original –no ha pasado, no se ha difuminado, perdida en el tumulto de las mareas, de los cambios culturales, sociales y políticos–; sigue cumpliendo un servicio valiosísimo para  nuestro pueblo, en nuestra tierra: sirviendo a la comunicación de las verdades y los bienes que sostienen la vida de los hombres, haciendo resonar la esperanza en el camino –y, cuántas veces, en la soledad– de cada uno.
Por el gran significado de esta misión, es muy importante que también la radio – los medios de comunicación– recuerden y acojan esta enseñanza evangélica, que de alguna manera nos parafrasea San Juan: lo que hay en el mundo –la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1Jn 2,16-17).
El mundo pasa, y sus codicias. Y todo lo que se construya o viva de esta arrogancia pasa, no permanece en el tiempo: difícilmente cumpliría 50 años siendo él mismo, con su propia identidad.
Este desafío lo tenemos todos, lo tienen sin duda los medios de comunicación y también nuestra Radio Popular: no guiarse, no obedecer a las codicias de la carne, a la arrogancia del dinero. No hemos de ceder a esta lógica del poder mundano, que nos convertiría en sus instrumentos y nos impediría cumplir la propia misión; sino que hemos de permanecer en la palabra de la verdad.
Porque nosotros hemos conocido y creído en la verdad y el amor de Dios, que se ha manifestado en nuestro mundo; porque no nos cerramos en nuestra arrogancia a reconocer a nuestro Creador y a nuestro Salvador; porque no renegamos del Evangelio, de nuestra pertenencia cristiana, en la que vivieron nuestras casas y parroquias, nuestro pueblo casi hasta hoy, y en la que nació Radio popular.
Recordemos, por tanto, la enseñanza del Señor: la verdad os hará libres. Haciendo esto, Radio popular será un lugar de información veraz, de encuentro y de diálogo, sabrá dar voz a los “sin voz”, no se plegará a los poderosos de este mundo, será compañía fiel y no engañosa, servirá a la convivencia y a la paz.
Saber dar testimonio de la verdad, no falsearla para servir al poder o al dinero, es un desafío radical de nuestro tiempo y, para la Radio y los medios de comunicación, en la medida precisa de su influencia en la vida social, es una urgencia y una responsabilidad grande, por la que valen la pena todos los esfuerzos y sacrificios. 
La mejor garantía, el camino más seguro para afrontar las nuevas etapas, los diferentes retos que se plantearán a lo largo de los años será la cercanía al Pueblo de Dios, a la Iglesia que peregrina en esta tierra, compartiendo las alegrías y las angustias de los hombres, pero anunciando  siempre la alegría del Evangelio, la esperanza de saber que la Palabra y el Amor del Señor habitan ya en nuestra tierra, anunciándolo a pobres y humildes, a los limpios de corazón, a quienes tienen hambre y sed de justicia, a quienes luchan por la paz.
Las “fieras gigantescas”, los grandes poderes del mundo, y hasta la muerte, pasarán. Pero la Palabra del Señor no pasará, la esperanza no defraudará a quien creyó en Él. Su reino no acabará.
Que la Santísima Virgen María, que llevó en su seno e hizo llegar al mundo la Buena Noticia, al que es la Palabra hecha carne, cuide y proteja a todos los trabajadores de Radio Popular, e interceda por su labor, para que siga siendo muchos años más una presencia digna de confianza, una voz que acompaña al pueblo de Lugo en el camino de la verdad y de la vida.
 

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