Aquí está el Señor

Lo último del obispo


LA CAPILLA MAYOR

Contemplamos, por un singular privilegio, la custodia con la Sagrada Forma permanentemente expuesta para nuestra adoración.

BENDITO Y ALABADO SEA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR.
SEA POR SIEMPRE BENDITO Y ALABADO.

En la Capilla Mayor estaba situado el retablo de Cornelius de Holanda que, a causa de los daños provocados en la bóveda por el terremoto de Lisboa de 1755, se desmontó. Tras construir una nueva bóveda y decorarla con pinturas murales, se encargó un nuevo retablo baldaquino para dar una mayor presencia al Señor Sacramentado. La reforma fue patrocinada por el Cabildo, con el apoyo del rey Carlos III.
Las arcadas inferiores de la Capilla Mayor se cierran con una cristalera que protegía del frío a los Capellanes del Santísimo y permitía la entrada de luz.
La madera del antiguo retablo se sustituye ahora por mármol y jaspe para formar un baldaquino dispuesto en semicírculo, entre cuyas columnas y pilastras se sitúa la mesa del altar.

En la parte superior, dos ángeles portando la cruz y la lanza recuerdan el sacrificio de Cristo. En el centro del retablo, bajo el símbolo de la Santísima Trinidad, rodeada por una gloria de serafines en mármol blanco y plata, se encuentra un amplio nicho que aloja el camarín de plata, enmarcado por ángeles labrados en mármol blanco que sujetan unos cortinajes para permitir ver la custodia del Santísimo Sacramento allí colocada.

La custodia en la que permanentemente se encuentra expuesto el Santísimo fue regalada en 1772 por el que había sido Obispo de Lugo y entonces era Arzobispo de Zaragoza, don Juan Sáenz de Buruaga.

Representa la Fe que sobre su cabeza sostiene con la mano derecha un cáliz, encima del cual va el sol que contiene el viril, rodeado por un cerco de nubes, ángeles y rayos.

La figura femenina –la Fe– aplasta tres herejías eucarísticas de manera contundente. En la mano derecha sostiene una cruz.
En la pieza, además de las piedras preciosas originales, están engastadas muchas otras joyas donadas por personas devotas: solitarios, anillos, pulseras, pendientes… fruto del amor de los lucenses hacia la Eucaristía.

A los lados del expositor, entre las columnas de jaspe negro, se encuentran sendos ángeles, esculpidos en mármol blanco, de los que el de la izquierda lleva una vid con racimos; y unas espigas de trigo, el de la derecha. Ante las columnas y los pilares de los extremos, de jaspe encarnado, dos grandes ángeles están en adoración.

Corona el baldaquino una imagen que representa la Asunción de Santa María, titular de la Catedral. La Santísima Virgen está sobre una nube con ángeles, portando los dos de los extremos una larga banda con el lema, que se incorpora al escudo de la ciudad.

HOC SACRAMENTUM FIRMITER PROFITEMUR
Aquí el sacramento que firmemente profesamos

En las pinturas de la bóveda podemos contemplar la vida del cielo que contiene la eucaristía.
La decoración de la bóveda se llevó a cabo entre 1766 y 1768, y dio lugar a un espectacular conjunto de pintura mural, que algunos definen como la «Capilla Sixtina» del barroco gallego.

El mural, realizado al óleo, representa la visión de la gloria celestial, con la Trinidad en el centro, sobre el tabernáculo, con la Virgen María y rodeada de ángeles y de santos, entre los que figuran San Capitón y San Froilán, los dos obispos más significativos vinculados a la Diócesis lucense. En la embocadura de la Capilla, a ambos lados de una alegoría de la Iglesia, se representan las virtudes teologales y cardinales, mostrando de modo visual el camino para alcanzar la gloria: vivir virtuosamente en la Iglesia alimentados por la Eucaristía.

En el tramo central del crucero, y con posterioridad a las pinturas de la Capilla Mayor, se han representado de nuevo los cuatro evangelistas.

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