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Virgen de la Merced: esperanza de libertad y dignidad


El 24 de septiembre, la Iglesia celebra la festividad de Nuestra Señora de la Merced, patrona de las personas privadas de libertad y de quienes dedican su vida a trabajar en el ámbito penitenciario.
En la diócesis de Lugo, esta fecha adquiere un significado especial que trasciende lo litúrgico: es un compromiso activo con la dignidad humana y la reinserción social

En torno a esta fecha, en los centros penitenciarios se organizan actividades, concursos o festivales que culminan con la celebración de la eucaristía. Este año, en el Centro Penitenciario de Bonxe, la misa será presidida por el obispo de la diócesis, Mons. Alfonso Carrasco Rouco, el próximo martes, 24 de septiembre. Será un gesto de cercanía de la Iglesia hacia quienes más lo necesitan, en una jornada donde la fe, la esperanza y la dignidad cobran protagonismo.

Pero más allá de la celebración puntual, la acción pastoral y social se concreta en un proyecto transformador que ha cobrado vida en el último año: la Casa de la Misericordia, una iniciativa pionera de la Delegación de Pastoral Penitenciaria en colaboración con Cáritas Diocesana de Lugo, en palabras de Mons. Alfonso Carrasco, la finalidad de la Casa de la Misericordia es “acudir en la ayuda y atender a quienes están en situación de necesidad; esto es la Caridad, atender y acompañar a los vulnerables”.    

Un hogar que ofrece segundas oportunidades

Ubicada en el corazón de la ciudad de Lugo (rúa Luis Peña Novo, 6), la Casa de la Misericordia no es solo una vivienda de acogida, sino un espacio de reconstrucción personal y reinserción social para personas que han estado privadas de libertad y carecen de apoyo familiar o social al salir del centro penitenciario.

El proyecto ofrece alojamiento, apoyo psicológico, formación, acompañamiento y actividades de ocio para personas en situación de alta vulnerabilidad. Sus destinatarios son, principalmente, internos e internas de los centros penitenciarios de Bonxe y Monterroso que obtienen permisos de salida, acceden al tercer grado o han cumplido íntegramente su condena. También acoge, cuando es necesario, a familiares que visitan a internos y no cuentan con recursos para pagar un alojamiento en la ciudad.

Mucho más que un techo

La Casa cuenta con cocina-salón, baños, dormitorios, sala de reuniones y oficina. Sin embargo, su verdadero valor no reside en su infraestructura, sino en su modelo de intervención integral. Cada persona acogida accede a un itinerario personalizado que incluye:

  • Formación en habilidades sociales, digitales y laborales.
  • Acompañamiento psicológico individual y grupal.
  • Actividades culturales, salidas y talleres que promueven la convivencia y el sentido de pertenencia.
  • Campañas de sensibilización para reducir el estigma social de quienes han pasado por prisión.

El objetivo no es solo ofrecer un recurso asistencial”, explican desde la Delegación de Pastoral Penitenciaria, “sino construir una comunidad donde las personas puedan recuperar su dignidad, aprender a convivir, responsabilizarse de su proceso y volver a creer en una vida fuera del delito”.

Un beneficio que va más allá del individuo

El impacto del proyecto se extiende más allá de las paredes de la Casa de la Misericordia. Se benefician indirectamente las familias de los internos, las propias instituciones penitenciarias —que encuentran un recurso de apoyo para facilitar la reinserción— y la sociedad gallega en su conjunto, que gana en cohesión, seguridad y justicia social.

La reinserción es una responsabilidad colectiva”, afirman desde Cáritas. “Cuando una persona vuelve a la sociedad con herramientas, apoyo y una red humana detrás, disminuye el riesgo de reincidencia y se multiplica la oportunidad de construir una vida digna”.