Con motivo de la celebración de San Juan de Ávila, patrono del clero secular, en la que participan todos los sacerdotes de la Diócesis, se hizo la presentación del nuevo altar para la Capilla Mayor.
El propio autor de la pieza, el escultor Suso León, explicó cuál fue la idea que inspiró la obra y cómo está realizada.
Entre las características de este altar destaca que lleva incrustada un ara de roca negra de obsidiana, muy pulimentada y de aspecto brillante en sus dos caras. Esta pieza, custodiada en el Museo Diocesano Catedralicio, formaba parte un conjunto con otra que estaba en el antiguo Altar de la Virgen de los Ojos Grandes.
El ara está protegida por un marco de plata que tiene la siguiente inscripción:
“Esta Ara y la de Nª. Sª. declararon lapidarios de la Corte el año 1724 ser de preciosa piedra según los testimonios que están en el Archivo de esta Santa Yglesia”.
Estas aras fueron estudiadas por el famoso Padre Sarmiento, que realizó sus trabajos a lo largo del siglo XVIII.
El ara de obsidiana se considera que vino de América. Tradicionalmente se ha creído que llegó a la Catedral durante el siglo XVI.
En 1636, cuando fue colocado por primera vez el Santísimo en una custodia para su Exposición Permanente, se mencionaba que se debía poner sobre esta ara (tal y como se manifiesta en los escritos del 24 de julio de 1636).
Significado del altar
El altar ocupa un lugar central en toda iglesia y en la liturgia cristiana. Su importancia radica en su función litúrgica y espiritual, siendo el lugar donde se celebra la Eucaristía, acto central del culto cristiano. Además, es símbolo de Cristo y de su entrega consumada en la cruz por la salvación de la humanidad, para liberarla del mal y la muerte. Representa Jesucristo como Piedra Angular sobre la que se sostiene el gran edifico de la construcción de Dios en la que los fieles son piedras vivas.
En el caso del altar de una catedral, esta centralidad adquiere un carácter aún más significativo. La catedral, como símbolo de la comunidad cristiana y sede del obispo, es un lugar de especial relevancia dentro de la diócesis. Su altar principal no es solo un lugar de culto, sino también un testimonio de la historia, el arte y la espiritualidad que la envuelven. A menudo construido con materiales nobles y decorado, el altar de una catedral refleja la grandeza de Dios y el esfuerzo humano por honrarlo.
Se puede decir que, además, el altar es un espacio de encuentro y reconciliación. Desde su posición central, invita a los fieles a participar activamente en la liturgia y a recordar que todos, independientemente de su origen o condición, son iguales ante Dios. Es un lugar que une generaciones, tradiciones y comunidades en un acto de adoración compartido.
El altar no es simplemente un objeto físico; es un símbolo vivo de la fe, el sacrificio y la esperanza de toda una comunidad. Su centralidad no solo organiza el espacio arquitectónico de la iglesia, sino que también orienta espiritualmente a los fieles hacia lo trascendente, hacia el acto máximo de amor y entrega que Cristo realizó por todos.
María José Campo