El pasado domingo, Salomón y Jesús fueron ordenados diáconos, y Michele Marino, recibió la admisión a las sagradas órdenes, por el obispo, Mons. Alfonso Carrasco, en una bonita ceremonia en la iglesia de San Pedro de Lugo.
Mons. Carrasco, comenzó su homilía haciendo referencia al Evangelio que nos invitaba a “Descubrir al Señor, escuchar su palabra, para que ilumine nuestra vida, había de convertirse en método, en el modo verdadero de cuidar nuestra persona y todo nuestro ser. Todo en nuestro camino de fe nos habla de este gran misterio: Cristo en nosotros, esperanza de la gloria. Toda nuestra experiencia aparece como una forma de vivir en comunión con Él, gracias a Él: unidos en su Cuerpo, que es la Iglesia”.
Continuó diciendo que “Es Jesús, en su Amor redentor, quien nos ha venido al encuentro, en las formas históricas mejores y más adecuadas para acercarse a nosotros en nuestras situaciones. (…) Es a Él a quien respondemos en nuestra vocación, el Único que puede hablar así a nuestro corazón, resonando en lo más íntimo, indicándole el camino y el destino”.
Refiriéndose a la vocación diaconal señaló: “Él no nos ha convocado proponiendo ideas, proyectos o sueños; sino llamándonos a compartir con Él vida y destino, ofreciéndonos ser partícipes de todo lo suyo, de su Cuerpo y de su Sangre, de su mismo Espíritu. Así de profunda es la unidad con Él, que sólo puede expresarse adecuadamente en la Eucaristía, a la que sólo se puede responder entrando a compartir con Él la entrega de la vida”.
“El diácono es enviado a hacer presente y operativa, ante todos, esta caridad que es el alma de la Iglesia- manifestó-. Tal libertad del corazón, que se ofrece entero por sus hermanos, se explica sólo por la pertenencia a esta amistad radical con el Señor mismo, que nos ha buscado, nos ha querido y nos ha llamado; para que pudiéramos dar gloria a su misericordia, a su Amor, a la grandeza y la fuerza de su Corazón, que se ha entregado por la salvación de sus hermanos. Y para que, viéndolo, las gentes diesen gloria a Dios Padre”.
Y finalizó encomendándoles a la Virgen María para que “os siga protegiendo con su premura materna. Ella sabe lo que es la vocación, la llamada de Dios, que hace posible lo imposible, que cuenta con nuestra colaboración para la salvación del mundo. Que Ella sea siempre vuestro amparo y con su sabiduría cuide y eduque vuestro corazón; para gloria de Dios y para bien de su Iglesia, y para alegría profunda de todos los que os quieren de verdad”.
María José Campo