Cada 6 de diciembre, España celebra el Día de la Constitución, fecha en la que se recuerda el marco jurídico que sostiene nuestra vida democrática. Entre los derechos fundamentales que la Carta Magna reconoce, la libertad religiosa y de conciencia ocupa un lugar decisivo, no solo como garantía jurídica, sino como auténtico fundamento de la convivencia social.
Queremos subrayar este aspecto en una jornada que invita a valorar la riqueza de un ordenamiento que protege la dignidad de cada persona y asegura que las convicciones más profundas —también las religiosas— puedan expresarse y vivirse con libertad.
La libertad religiosa en la Constitución: un derecho para construir sociedad
El artículo 16 de la Constitución Española reconoce la libertad religiosa y de culto de individuos y comunidades, junto a la libertad de conciencia. No se limita a permitir la fe en el ámbito privado, sino que garantiza su expresión pública y su aportación al bien común.
Esta libertad hace posible que distintas visiones del mundo convivan respetando la dignidad de cada persona, en el marco del orden público. Sin ella, el diálogo social quedaría reducido a consensos cambiantes o imposiciones ideológicas. Por ello, la libertad religiosa no es un privilegio para creyentes, sino un pilar democrático que permite la convivencia en respeto y libertad.
La aportación del Obispo de Lugo: laicidad justa, libertad real
En su reflexión sobre laicismo y libertad religiosa, el Obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco Rouco, señala que el marco constitucional español ofrece condiciones adecuadas para una verdadera libertad de conciencia, siempre que se entienda correctamente la neutralidad del Estado: “La Constitución española asegura la neutralidad religiosa e ideológica del Estado, así como la libertad de conciencia y religiosa, junto con los derechos humanos fundamentales.”
El Obispo advierte que esta laicidad —cuando es justa y bien entendida— no excluye la dimensión religiosa de la vida social, sino que la integra como parte de un diálogo que enriquece a la comunidad. Desde esta perspectiva, limitar la religión al ámbito privado o excluirla de la esfera pública empobrece la convivencia: “No es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión.”
Para Mons. Carrasco, la libertad religiosa no es solo un derecho personal, sino una condición necesaria para un orden democrático equilibrado, capaz de reconocer los límites del poder y la dignidad de cada persona: “La afirmación de los derechos de la conciencia y de la sociedad, así como la de los límites del poder político, son pilares esenciales de la construcción de una sociedad libre, democrática.”
La libertad religiosa como base de la convivencia
La experiencia histórica europea demuestra que cuando la libertad de conciencia se reduce o se manipula, la convivencia se debilita y la democracia se pone en riesgo. Al contrario, cuando se respeta la búsqueda de la verdad y la expresión pública de las convicciones, aflora un espacio social capaz de acoger la diversidad.
Por eso, la libertad religiosa:
- Protege la dignidad de cada persona.
- Favorece el diálogo entre diferentes tradiciones y sensibilidades.
- Contribuye a la estabilidad democrática, al impedir que el Estado imponga una única visión moral o ideológica.
- Permite a las comunidades religiosas aportar al bien común mediante la educación, la acción social, el acompañamiento espiritual y la participación cultural.
Como recuerda el Obispo, defender la libertad religiosa es también una responsabilidad de la Iglesia, que debe ofrecer su palabra y su testimonio en medio de la sociedad: “Ni los fieles cristianos ni la Iglesia en su conjunto pueden permitir que se acalle su voz en el debate sobre cuestiones de relevancia moral.”
Un día para valorar y renovar nuestro compromiso democrático
En este Día de la Constitución, reconocemos el valor de un marco que hace posible una convivencia en respeto y libertad. La libertad religiosa —inseparable de la libertad de conciencia— es una conquista que no debe darse por descontada, sino cuidarse, ejercerse y transmitirse.
Allí donde este derecho se respeta y se vive, la sociedad se fortalece. Allí donde se limita o se interpreta de manera reductiva, la convivencia se empobrece. Por eso, celebrar la Constitución es también celebrar la libertad de creer, de pensar, de buscar la verdad y de aportar a la vida común desde la propia fe.
María José Campo



