La segunda de las Jornadas Nacionales de Patrimonio de Cultural de la Iglesia comenzó con la ponencia del catedrático de Historia del Arte Medieval en la Universitat Autònoma de Barcelona, Manuel Antonio Castiñeiras González, que abordó el tema de la Ribeira Sacra como paisaje cultural único, y fue señalando cómo esta zona es “uno de los ejemplos de paisaje cultural más exquisitos de occidente, en el que la naturaleza, el género humano, sus creencias, anhelos y sentido de la supervivencia han creado un entorno único en el que se mezcla el agua, el bosque, la tierra cultivada y el espacio construido”.
La excepcionalidad de la Ribeira Sacra, en opinión de Castiñeiras González, reside en “la transformación de un paisaje sombrío, sublime y solitario, que fue en la alta Edad Media refugio del eremitismo, a un lugar más diáfano, hermoso, exuberante, dador de frutos, en el que el género humano encuentra la bondad de una naturaleza espiritualizada”.
Todo ello lo definen como un lugar único que lo hace merecedor de su candidatura a la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.
A continuación, el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela, Juan Manuel Monterroso Montero, habló sobre los cambios en el concepto de patrimonio cultural asociado a los bienes de la Iglesia y los retos fundamentales a los que se tiene que enfrentar. Por una parte estaría “la importancia de la comunidad dentro de las decisiones patrimoniales, que en la Iglesia adquiere un dimensión especial porque toca ese elemento más vinculado con la devoción, con la fe, con la liturgia, que siempre tiene que estar presente y que es un reto dada la cantidad de patrimonio que tiene la Iglesia”; y por otro lado, el reto está en lo que denominó “visión de la tolerancia”, es decir, “los territorios culturales van a permitir la superposición de diferentes planos, pero sin olvidar nunca el origen de ese patrimonio, es decir, su sacralidad porque “si fue un espacio sacro, sigue teniendo esa dimensión por lo menos mientras viva aquella población que ha convivido con ese espacio”.
Para Juan Manuel Monterroso, la actuación de la iglesia respecto al patrimonio es buena ya que “es consciente de la responsabilidad que tiene. Ha puesto los medios para poder resolverlo, pero es un reto que le afecta a ella y le afecta a la sociedad civil. No se puede hacer sin el apoyo de la administración. Y señaló la importancia de cuidar no solo el gran patrimonio sino “el pequeño patrimonio, el patrimonio local, aquel con el cual se vinculan una pequeña comunidad, pero que es tan grande como si fuera toda la comunidad autónoma, como si fuera toda la humanidad”.
Audio valoración actuación de la Iglesia
Tras la pausa, fue el director xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia, Ángel Miramontes Carballeda, el que trató sobre la colaboración entre la Administración Pública y la Iglesia.
Comenzó su exposición señalando que la iglesia es uno del los grandes propietarios de patrimonio cultural, pero que su relación con ese patrimonio no es meramente do posesión: "La iglesia, desde siempre, es la promotora y la inspiradora de la creación artística occidental, la responsable de cuidar, mantener y aumentar ese patrimonio, y la primera entidad preocupada por su conservación, restauración y transmisión a las generaciones venideras”
Para el director Xeral de Patrimonio, la Iglesia "fue una de las primeras instituciones en entender el patrimonio cultural, formado por un acervo diverso y complejo de bienes materiales e inmateriales, de bienes muebles e inmuebles, como el depósito, el repositorio y el testimonio de la memoria común, no solo de sus fieles, sino de todos los pueblos y culturas relacionados con él".
En este sentido a Administración pública, también comprometida con el patrimonio, coincide con la Iglesia en su defensa y salvaguarda de ese patrimonio y por ello “estamos obligados a entendernos” y la experiencia que tenemos en Galicia “es ejemplo de buenas prácticas de lo que podemos considerarnos, Administración Pública e Iglesia, orgullosos”.
En su exposición también hizo referencia a la Ribeira Sacra como un territorio que tiene en su paisaje su principal signo de identidad y, al mismo tiempo, su principal recurso para un desarrollo social y económico sostenible y viable.
María José Campo