Los sacerdotes de la diócesis celebraron este viernes, 9 de mayo, la fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero secular.
Los actos comenzaron en el Aula Magna del Seminario diocesano con una conferencia a cargo del delegado de Liturgia y Patrimonio Cultural de la Diócesis, José Antonio Ferreiro, y del canónigo de Liturgia de la Catedral, Manuel Castro Gay, sobre: “significado litúrgico y teológico del altar; símbolo de Cristo”.
El tema elegido para la exposición enlaza con la presentación del nuevo altar de la Capilla Mayor de la Catedral, obra del escultor Suso León.
Al finalizar, los sacerdotes se trasladaron a la Catedral, donde se celebró la Eucaristía, presidida por el obispo, Mons. Alfonso Carrasco.
En su homilía, Mons. Carrasco pidió la intercesión de San Juan de Ávila, por nuestro nuevo Papa, León XIV; y por la vocación de todos los sacerdotes del mundo entero, y recordó que esta celebración “nos invita a pensar en primer lugar en el amor del Señor Jesús, llevado hasta el extremo en la Última Cena –como anticipo de la redención y de la Pascua. San Juan de Ávila, insistió en que Jesús nos amó según el corazón y el designio del Padre y, por ello, según nuestro verdadero ser, con lucidez, y sin límite ni reservas”.
“De esta unidad en el amor, – continuó el obispo- en la que podemos reconocer al mismo Espíritu Santo, viene nuestra vocación, nuestra verdad personal. (…) Y nosotros, en nuestra persona y vocación, en los gestos de nuestra entrega, amando como el Señor nos amó, somos testigos de este Evangelio, de la obra redentora y salvadora del amor divino”.
El ministerio sacerdotal es “un servicio enraizado en la alegría de la fe, en la verdad del propio corazón iluminado por el encuentro con el amor del Señor, y vivido en las fatigas propias de nuestra humanidad, llamado a ser entrega cotidiana y precisamente así caridad verdadera”.
Finalizó su intervención pidiendo “la claridad y la sencillez de la fe, que se adhiere a Jesús, que en Él reconoce el tesoro verdadero de nuestra humanidad; una fe que sea para nosotros consuelo ante la grandeza de su Corazón, audacia porque Él nos da a conocer al Padre y su designio de salvación del mundo, perseverancia y paciencia porque servimos al verdadero Señor, y siempre capacidad de vivir de modo nuevo, por la caridad compartida que recibimos de su gracia y de su Espíritu”.
Durante la comida, como es habitual en esta celebración de San Juan de Ávila, se homenajeó a los sacerdotes que celebran los 25, 50 y 60 años de su ordenación.
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María José Campo