“José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado” (Mt 1,24)
Llegamos al cuarto domingo de Adviento con el corazón ya muy cerca de la Navidad. La liturgia nos invita a detenernos ante una figura silenciosa y discreta, pero esencial en el misterio de la Encarnación: san José. En él contemplamos la fe obediente, la confianza sin reservas y la disponibilidad total a la voluntad de Dios.
El Evangelio nos presenta a José enfrentado a una situación humana difícil, marcada por la duda y el desconcierto. Sin embargo, Dios sale a su encuentro y le revela su designio: lo que parece imposible es obra del Espíritu Santo. José no responde con palabras, sino con hechos. Cree, confía y actúa. Su fe se traduce en obediencia concreta y responsable.
En este último tramo del Adviento, la Iglesia nos recuerda que preparar la Navidad no consiste solo en gestos externos, sino en acoger a Dios que viene a nuestra vida, incluso cuando su modo de actuar no coincide con nuestros planes. Como José, estamos llamados a abrir espacio a Dios en medio de nuestras incertidumbres, dejando que Él guíe nuestros pasos.
En nuestra diócesis de Lugo, este domingo es una invitación a vivir la espera con esperanza serena, fortaleciendo la fe en nuestras familias y comunidades. María y José nos enseñan que Dios se hace presente en la sencillez, en el silencio y en la fidelidad diaria.
Que este IV Domingo de Adviento nos ayude a disponernos interiormente para celebrar la Navidad, acogiendo a Cristo que nace y renovando nuestro compromiso de vivir como auténticos testigos del Evangelio.
